Ha llegado el último día del año y con ello el inevitable balance que hacemos de estos 365 días, de como lo hemos vivido, de como lo hemos pasado, de quienes han entrado en nuestras vidas o de quienes se han quedado un año más aguantando los buenos y los malos momentos.
El balance general, es que ha sido un muy buen año, donde he conocido gente buena y maravillosa, unos compañeros de trabajo que merece la pena tener y con los que vuelvo a repetir un curso más. He tenido suerte con mis alumnos/as y además me gusta la zona y sitio donde trabajo.

Y que decir de mi familia, esos que siempre están, que siempre mantienen el contacto y no me dejan desaparecer un día sin escribir aunque sea un mensaje haciéndoles saber que estoy bien; esos que recorren kms para verme si yo no puedo acercarme a casa para darles un abrazo, los que si tengo un problema me escuchan y se preocupan por mí, me dan soluciones pero me dejan siempre crecer y equivocarme.
Ha sido un año largo con 365 oportunidades para crecer y avanzar y también para tropezar y llorar. He tenido de todo un poco, he hecho viajes y conocido nuevos países y ciudades, he reído a carcajadas hasta dolerme las mandíbulas y la barriga, también he llorado y me he desesperado como nunca, he perdido chaquetas por el camino, he ido de conciertos y al teatro, he seguido compartiendo el tiempo con aquellos que me quieren, les he quitado tiempo a quienes me hacían daño, he encontrado el balance con algunas personas y sobre todo y más importante he aprendido a ser feliz, muy muy feliz.
Gracias a este 2018 que se acaba y todas aquellas personas que han formado parte de él, tanto bueno como malo, pero muchas gracias. Ha sido sin duda un placer poder llenar un poquito más la mochila que llevo a la espalda con tantos recuerdos compartidos.