miércoles, 24 de septiembre de 2014

Luchando contra el miedo

Da miedo volver a intentarlo, sacar la cabeza de debajo de tierra y ver un nuevo amanecer. Estamos acomodados a esa oscuridad a la que nos hemos acostumbrado, a ese trato de autocompasión que nos hemos impuestos por el simple hecho de que nos da miedo sacar coraje para seguir avanzando. 


Y llega el momento en el que un empujón, una palabra, un abrazo o simplemente el incesante intento de la gente hace que vuelvas a sonreír, a soñar, a reír. Te das cuenta de que vuelves a encontrarte, te miras una vez más al espejo y empiezas a recordar a esa persona risueña que eras, esas insignificancias que te hacían reír hasta llorar y no poder respirar. 

¿Y el miedo? Por supuesto que sigue ahí (aún lo palpo) pero lo miraré de frente. Tal vez nunca se vaya, tal vez desaparezca poco a poco, pero me he cansado de vivir a las sombras, de tener miedo al miedo. Viviré el presente y afrontaré el futuro con la cabeza cada día más alta aún sabiendo que me puedo equivocar, que tal vez tropiece una vez más, pero esta vez no me quedaré tirada en el suelo esperando que vengan a por mi, doblare mis piernas apoyare mis manos y me erguiré sobre mis pies y comenzaré a andar de nuevo. 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Indecisiones

Nunca se muy bien porque viene regida la personalidad, ¿los horóscopos? ¿las vivencias? ¿la familia? ¿genética? Realmente esta entrada no es una reflexión sobre ello, sino sobre mi increíble incapacidad para decidir, es decir, la indecisión.

Esta semana ha sido caótica, pudiendo haber sido la más feliz de mi vida. He tenido que decidir por que camino quiero que siga mi vida, que camino tomo y que dejo atrás o a un lado, pero que tal vez nunca más pueda tocar. 

Ese sueño que he tenido toda mi vida, esa ilusión con la que aspiraba y daba pasos desde pequeña, decidí abandonarlo, o dejarlo estancado en un imposible porque nunca sonó el teléfono. Decidí seguir con mi vida, seguir adelante y ver que me deparaba el futuro. Y de un momento a otro, ambos caminos se cruza: la realidad y mi sueño. Una encrucijada que me ha costado lágrimas, impotencias y más lágrimas. 

Finalmente decidí con la cabeza y no con el corazón, buscando una estabilidad, algo que también me hace feliz a su manera y sabiendo que puedo emplear lo que aprendí de mi sueño en el camino que me toque ahora caminar. 

Así que veremos que me depara el futuro. Solo no quiero volver a tener que decidir así, no con lagrimas e incertidumbre, porque también soy consciente que lo que yo he tenido es un golpe de suerte que muchos hubiesen querido tener.