jueves, 31 de enero de 2019

Adaptar realidades

El título que estáis leyendo no es mío, lo he robado de una conversación que tuve no hace muchos días con alguien que para mí es especial. Y es que nos encontramos viviendo una realidad que no es la que queremos, pero tampoco la peor que tenemos y la cuál nos obliga a ser trapecistas de nuestras propias vidas porque lo contrario si quiera se contempla. Hay que vivir la realidad que tenemos y adaptarla para sacarle el mayor jugo a la vida... pero ¿hasta que punto nos conviene hacer algo así?

La realidad es la que es, imposible no hay nada, pero tampoco parece que la palabra posible encaje en este puzzle. Tras haber hecho una declaración de intenciones... yo me pregunto ¿ahora qué? ¿Debo vivir sabiendo lo que sentimos pero aceptar que nada pasará? Si dos personas hubiesen hablado tan claro como nosotros, estoy segura de que la situación sería muy distinta a la que mantenemos. Sin embargo, la realidad golpea una y otra vez implacable.

A veces me gusta leer poesía (más que a veces) y siento un cosquilleo agradable cuando me veo reflejada en unas palabras que no escribí pero que podría hacer mías. Porque si yo estoy ahí, tú estás también conmigo. La poesía expresa mucho más que las letras que compone un poema y me gusta por eso, porque me hace soñar, me hace sonreír y sobre todo porque escapo de esa realidad y porque la adapto, tal y como me aconsejas.

La realidad adaptada no es algo que nadie quiera vivir pero a lo que estoy segura, que muchos tenemos que hacer frente en nuestro día a día, porque si no es por una cosa u otra adaptarla al final significa vivirla. Así que vivamos lo que tenemos ahora, adaptado o no, sea como sea: vivamos.