miércoles, 14 de enero de 2015

¿Príncipes azules?

No me gustan los príncipes azules, ni los quiero, porque ni soy princesa, ni de ningún color que quede bien con el azul. Tampoco busco un super héroe que solucione mi vida y problemas, que me coja en volandas y me proteja. 

Quiero golpearme en la vida, quiero sentir la dureza del suelo, el salado de las lágrimas y el sabor de la sangre, quiero sentirme viva y vivir. Pero si quiero alguien que me pregunte como estoy, que me ayude a sanar, que me quiera y se preocupe por mí, que sólo con mirarme a los ojos o escuchar el tono de mi voz comprenda que no estoy bien. 

Me gustará que en los días buenos planee conmigo viajes a sitios desconocidos, que me llame de forma inesperada y de forma cariñosa, que decida jugar conmigo una partida de ajedrez o simplemente me cuente su día a día. Pero también me gustará que en esos días malos sea capaz de no ser príncipe y ser sapo, de decirme lo que piensa, de nunca hacerme escuchar lo que quiero y sin necesidad de hablar hacerte saber que está. 

Prefiero mi sapo, un sapo con imperfecciones, un sapo verde o marrón, un sapo que le guste jugar y no matar dragones, que decida malgastar su tarde de domingo en casa contigo a salvar el mundo, que en lugar de utilizar una espada utilice sus palabras y su mirada. Un sapo que haga real la historia y no un sueño maravilloso, porque cuando se despierta todo se esfuma. 

 

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