
Los cambios poco a poco, no se notan, pero cuando son de golpe y en dos meses... todo cambia. Pierdes y ganas en un mismo segundo. Apuestas al caballo ganador y de repente se vuelve perdedor. Lo tienes todo claro y de momento no sabes ni que harás mañana. Y entonces sabes que lo único que te queda es improvisar.
Y luego, sin darte cuenta, la improvisación se desvanece en el aire porque vas haciendo de nuevo tu vida y te va gustando más. Ya no te encuentras perdida en un laberinto sin ni siquiera saber que hacer o que decir. Empiezas a organizarte y ves que te has hecho fuerte, que las cosas que antes dolían aún duelen, pero no con el mismo ardor y fuego que lo hacía antes. Que ya no eres dependiente. Y que has pasado una página que empezabas a desgastar de tanto mirar.
De vez en cuando, vuelves atrás y revisas lo vivido y se te escapa una brillante sonrisa o una pesada lagrima. Y vuelva a doler o no, te gusta saber que ha sido tu pasado, tu historia y que por ende sigue siendo tu presente, guste o no guste, quieras o no quieras. A mí me gusta. Quiero parte de mi pasado en mi presente.
Superarlo no es evitarlo, es afrontarlo. Y lo hago de pie, a pecho descubierto y con toda la fuerza que sacas hasta debajo de las piedras. Nada nunca será igual. Y a veces dolerá. No creerás igual y por supuesto no esperarás lo mismo. Pero me enseñaron algo... el tiempo todo lo pone en su lugar. Y las cosas han de ser así por alguna razón, una razón que no encuentras pero que hoy se me ha puesto a mí delante y que agradezco en el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario