sábado, 18 de octubre de 2014

Tardes nubladas

No todos los días son igual de buenos, ni de divertidos y entretenidos. Hay veces que tienes que parar para reflexionar, sentir y escuchar música de esa que piensas que está basada en tu vida, que te han robado un fragmento de tu historia y alguien ha decidido cantarla al mundo entero. 

Y todo eso que has ido guardando empieza a empujar por salir, ese enfado, esa contención, esos diques explotan, revientan y se transforman en un enfado descomunal que pagas con un puñetazo a la mesa, como si creyeras que eres hulk y no va a dolerte luego la mano por ese golpe mal dado.

Pero de repente, pasa algo bueno, de repente alguien te llama, te habla y te calma. Su voz te relaja, influye sobre ti y aunque la mano sigue doliendo (y lo hará por un tiempo) desconectas y acabas riendo a carcajadas. Influye sobre ti de una manera increíble, tal vez más de lo que te gustaría, pero menos de lo que deseas en ese preciso momento. 

Y sabes que lo importante es que al menos hay alguien ahí. No buscas ya un enfado. No buscas un porque. Y aunque ha empezado a llover y parece que el cielo va a desplomarse, tu entiendes que dentro de tu casa, en tu hogar hay luz y estás a salvo, tranquila, y terminas por sonreír. 

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