domingo, 26 de octubre de 2014

Disparos

Sabes lo que es el daño porque lo has sufrido alguna vez. Sabes lo que es el dolor producido por alguien porque no importa cómo, si es intencionado o no, lo has recibido. Sabes lo que es sentirte mal y llorar. Sabes todo eso y nunca estás preparado para un poco más de dolor. 

Hay veces que afrontamos ir de cabeza a esa diana porque piensas que es necesario que se descarguen las armas para recibir todo de una vez, pero para lo que no estás preparado es para saber si soportarás todo lo que se dispara. Y a veces, sólo a veces, te crees fuerte y resultas no serlo. Sienten las ansiadas ganas de levantarte e irte, sientes que nada importa y que estarías mejor en otro lugar que ahí parada. Y sin embargo, tu masoquismo te hace no moverte, te hace quedarte y escuchar, defenderte con palabras que no son escuchadas y con argumentos que a quien le tiene que importar no escucha. 

Y después de todo eso, cuando ya ha no queda una sola bala, pretendemos que todo siga igual, y finges. Pero lo cierto es que no hay nada igual, es que pareces un colador, y que lo único que haces es aparentar, sonreír con tus labios, pero no con tus ojos. Y como toda herida necesita un tiempo para curarse y sin saber que tipo de cicatriz dejará sobre tu piel y tu alma. 

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