
Y entonces se comparte un rato de charla para poder comprobar que nada ha cambiado. Que nos hemos hecho más mayores, que las responsabilidades son más, que nuestras vidas han cambiado un poco, que empezamos a vivir nuestras propias vidas, pero la esencia sigue en ese mismo sitio donde se dejó.
Seguimos riendo con las mismas historias, se recuerdan anécdotas, se reviven recuerdos, se cotillea sobre una nueva historia, un nuevo rumor. Y es que lo agradable de tener un amigo, es que no se necesita estar siempre en contacto con esa persona para saber que estará ahí a pesar de que al año a veces solo te ves una vez. Y entonces esos ratitos, ese café compartido o esos churros con chocolate pasan a tener un valor añadido.