sábado, 1 de agosto de 2015

No se deja de querer

No se deja de querer a alguien que has querido, no lo puedes eliminar de tu lista de gente que quieres pulsando una tecla como harías en el ordenador. No puedes dejar de pensar en una persona que quieres aunque dejes de verla durante meses, ni puedes dejar de sentir que te gustaría hablar con esa persona por mucho que que pasen las horas y no sepas nada de él o de ella. 

Y mucho menos puedes sacar a una persona de tu vida si primero no sale de tu cabeza o de tu corazón, sin importar que la veas, habléis o no. Y menos cuando te has dado cuenta de que quieres a esa persona más de lo que deberías y que nunca tendrías que haber dado lugar a ello, porque es un imposible. 

Pero cuando llega es imparable, y sabes (nunca como las películas) que quieres que esa persona sea feliz aunque no esté a tu lado, aunque por dentro cuando revisas una conversación antigua y lo ves online te entran esos celos y paranoias de pensar quién será el afortunado o afortunada que hablará con él. Y como si no fuera poco doloroso, además le agradeces haberle encontrado, porque te ha enseñado lo que es querer bien, quererte, sentirse protegida y no sólo eso, sino sentir seguridad en ti misma, sentirte bien tú, no sólo con él. 

E intentas como última medida que no desaparezca de tu vida, porque si la distancia ya la tenéis y hablar es mínimo ¿que impide que de vez en cuando sepáis uno del otro? Pero cuando eso se siente difícil, tienes ganas hasta de tirar la toalla, te cansaste de aporrearte la cabeza contra el mismo muro y de sentir que te pones a sus pies por mantener una conversación y llegó el momento en que decides abandonar tanto intento infructuoso. Estarás ahí por si se necesita algo, por si te necesitan, pero no habrá de ti. Aunque eso no significa dejar de querer. Tal vez se quiera toda la vida. 

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