
Yo sola acepté la propuesta. Yo sola me autoconvencí de que no significaría nada y de que mi corazón estaba blindado ante todo porque no repetiría el mismo error dos veces... pero demostré ser más sentimental que racional.
No puedo hablar de arrepentimiento porque hice lo que sentí (aunque muchas veces controlé movimientos, acciones y palabras). Disfruté de cada segundo, de cada sonrisa tonta, de un intentar mantener una escucha activa, de unos planes no planeados, de cada pique tonto y provocado.
Y es que ha sido mi estrella fugaz, esa que veo por primera vez y que es tan efímera como un pestañeo. Esa que es cálida y ardiente, que tiene el fuego suficiente para hacer brillar lo que hay a su alrededor. Una estrella que me envolvió y justo en ese momento me dí por perdida. A la mierda todo lo que había controlado, se resquebrajó el dique de contención de todo sentimiento. Y ahora días más tarde sigo sellando de nuevo las grietas para poder volver al punto de partida. Porque nunca se es lo suficientemente valiente para aceptar lo que una vez acabó haciendo daño, y porque se es muy cobarde para dejar la pregunta en el aire de "qué pasaría si...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario