lunes, 5 de diciembre de 2011

Palabras

¿Hasta donde se puede decir la verdad? ¿Hasta donde se puede hablar? ¿Realmente tenemos libertad de expresión? Quizás sea mejor preguntar ¿hasta donde está limitada nuestra libertad de expresión? 

Antes de nacer ya estamos en contacto con las palabras, con el sonido de la voz de nuestra madre, que nos dedica palabras a nosotros, a los demás y somos capaces de escuchar. Luego nada más nacer, la gente ya se comunica con nosotros, aún sin ser capaces de entender. Y luego aprendes a comunicarte, a entablar una conversación con los demás, a transmitir pensamientos, sentimientos... haciendo uso de éstas.

Pues bien, hoy yo me pregunto... ¿somos libres realmente de utilizar la palabra tan libremente como nosotros creemos? Mil veces se nos manda callar, mil veces nos piden que no sigamos hablando porque no se quiere escuchar lo que se tiene que decir, mil veces te dicen no digas lo que piensas porque eso hará daño, mil veces te encuentras que no puedes decir lo que realmente quieres por miedo al qué pensarán, mil veces no puedes utilizar las palabra que tú quieres, porque son más correctas otras palabras, mil veces no hablas por no crear conflictos, mil veces... mil veces que sumadas todas, al final te dejan claro que lo que realmente hacemos es utilizar las palabras de acuerdo a la gente con la que estamos, a las situaciones que vivimos y a los sentimientos de los demás. 

Me encantaría levantarme un día, en un mundo en el que no haya que limitar nuestras palabras, en el que simplemente pudiésemos decir todo lo que pensamos y como queremos, un mundo en el que no importe que no tenga sentido lo que se está diciendo, un mundo en el que no tengan tanta importancia las palabras, sino los hechos. Porque ¿quién no ha callado muchas veces lo que quería decir? ¿quién no se ha encontrado problemas por algo dicho sin pensar y que se necesitaba decir? 

Mientras ese día llega, seguiremos callando lo que pensamos, seguiremos reprimiendo lo que de verdad queremos decir, por no hacer daño a la gente que nos rodea, por no crear problemas donde no los hay y podría haberlos. En definitiva seguiremos hablando por contentar muchas veces a los demás. Porque así nos han enseñado y porque nos hemos acostumbrado a ello.

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