lunes, 7 de noviembre de 2011

Bullicio y colores

He abierto mi cajón esta mañana. No buscaba nada en especial, simplemente quería verlo, recordar que tenía guardado y me he encontrado con algo que hacía mucho tiempo no veía: un pito de carnaval. Un pito blanco y pequeñito, una de cuando era chica y tu padre te compra porque a ti te hace ilusión tenerlo y te consiente como puede.

Ese es el momento de carnaval, donde las calles se llenan de papelillos y serpentinas, donde los colores destacan sobre las paredes blancas de los edificios, donde las personas se multiplican hasta inundar y obstaculizar tu caminar. Todo esto hace que un carnaval se convierta en algo inolvidable. 

Eres pequeño y tu padre te sube a sus hombres, te crees invencible y eres el niño más feliz en ese momento. Eres capaz de divisar todo cuanto hay en la calle, miras a las personas desde arriba y crees que es algo increíble y fantástico. Tiras papelillos y serpentinas efusivamente como si la vida se te fuese en ello. Y ahora que pasan los años te das cuenta de que esos momentos en los que la felicidad venía de manos de las cosas más simples e insignificantes que puedas pensar, son las que recordarás siempre aún cuando pasen los años.

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