jueves, 12 de enero de 2012

Tras la pared

Un mal día lo tiene todo el mundo. Porque existen esas 24 horas, en las que cuando estás despierto las cosas no van bien, y sientes que si algo va mal, siempre puede ir peor. Empiezas la mañana con ese sentimiento de que no deberías haberte levantado de la cama y seguir durmiendo. 

Pues bien, no hace mucho tuve un día complicado. ¿Por qué escribirlo hoy? Porque quiero y puedo, porque cuando ya ha pasado no parece tanto, pero cuando lo estás viviendo parece un mundo. Porque si lo escribo, puede que cuando vuelva a leer esta entrada hasta sonría por ello, como hago hoy. Porque si me vuelvo a encontrar mal, puede que leyendo esto, me anime y vea la situación desde otro punto de vista. Y porque si me vuelven a preguntar ¿como estás? no quiero volver a responder bien, quiero poder decir todo lo que se esconde detrás de eso, que estoy mal, vacía, me siento patética. 

Quiero que llegue alguien y se de cuenta que estoy entre paredes, que me he ocultado en un rincón donde no puedan verme, donde no dejo pasar a la gente, porque no es que quiera estar sola, sino que yo los lanzo muy lejos. Que esa persona machaque los muros, los quiebre, los haga caer de una vez como un tornado, uno a uno con un martillo, la manera no es lo importante, sino saber que al final siempre llega y derriba todo, se hace camino hasta llegar donde yo estoy, tras la pared.


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