martes, 31 de enero de 2012

Cuando la ciudad se ilumina...

Cuando la ciudad se ilumina, llega la noche, el frío y el silencio. La oscuridad se echa sobre las calles, la temperatura desciende y las personas empiezan a refugiarse en sus casas. Todo empieza a quedar desierto y vacío. Se transforma. 

Huyes de una ciudad que empieza a convertirse en fantasma para encontrarte con la realidad de tus pensamientos. Son los únicos que te acompañarán en tus pasos hasta llegar de nuevo a una desolada ciudad. Un pequeño rayo irrumpe en tu camino, el cielo se ilumina a uno de los lados mientras todo lo demás es oscuridad. Giras la cabeza y apenas percibes de una forma rápida unos haces de luz que parecen desafiar la monotonía de una vuelta por inercia. Dura unos segundos, escaso tiempo en lo que sigues tu camino sin detenerte. Pero piensas y te das cuenta de algo.

Cuando todo parece que será siempre igual, te das cuenta de que hay cientos de detalles a tu alrededor que no hacen ningún día igual a otro. Las personas con las que te encuentra cambian, la intensidad con la que avanzas oscila, pero que de vez en cuando hay algo que destaca y te hace ver que todo puede ser mejor si aprendemos a mirar lo que nos rodea.

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